¿Es posible terminar los estudios universitarios de periodismo y salir con un libro bajo el brazo? La imagen puede parecer exagerada —especialmente por esa inmediatez que sugiere— pero el mundo editorial cada vez considera más las investigaciones que periodistas jóvenes realizan durante su paso por la universidad. Sofía Tupper, Nicolás Binder y Nicolás Rojas convirtieron sus tesis en libros y acá nos cuentan cómo fue ese tránsito en términos de investigación, formato y escritura.
LOS COSTOS DE LA CLANDESTINIDAD
Sofía Tupper encuentra el significado en un poema. Demora tres segundos, que son tres veloces cambios de página, para hallarlo. Su libro, “Historias de Clandestinidad: Cuatro Testimonios (1973 – 1992)” (Ediciones B, 2016), tiene a “La tercera ciudad” de María Luz García como preámbulo. Se acerca para leer en voz alta y con su índice:
Existía bajo la ciudad,
una tercera ciudad:
la ciudad de la guerra.
Allí vivíamos,
sin domicilio
sin retorno.
En la superficie,
dormían temprano.
Allí,
en la tercera ciudad,
la muerte
nos mordía los costados.
“Eso es para mi la clandestinidad: un mundo paralelo”, dice mientras vuelve su mirada sin soltar el libro. “Al final, es estar un poco preso. No puedes ser tú. No puedes salir libremente a la calle y a veces debes dormir en subterráneos. O usar peluca y carnet falso”.
Reunir los testimonios de “Fabiola”, Raquel Echiburú, Marta Fritz y Hernán Aguiló es la razón por la que su proyecto de tesis comparte estante con publicaciones referidas a la dictadura militar en nuestro país. En sus años estudiando periodismo en la Universidad de Chile descubrió en el rescate biográfico un elemento útil para comprender la historia.
“Cuando abordas testimonios entras, inevitablemente, en planos más humanos, como los sentimientos y la interioridad de cada persona. Esto te abre la perspectiva y te hace entender ciertos procesos que, a veces, tenemos aprendidos de memoria”.
Pone un ejemplo. “Fue el golpe, los toman detenidos, era mirista, lo matan, detenido desaparecido”, enuncia rápidamente para cambiar el tono de voz. “¿Pero por qué era mirista? ¿Por qué ocupa ese lugar en la historia? ¿Dónde está ahora? Sus vivencias dan un montón de elementos para la reconstrucción histórica”.
Sofía recuerda que desde que empezó la redacción vio su tesis como un libro. Como es de esperar, entre ambos formatos hay diferencias de extensión y formalidades como la presentación, maneras de citar y el marco teórico. Aunque asumió que lo primordial fue la narrativa a utilizar. “La clave fue lograr algo más novelado y no tanto de datos o estructura dura. Obviamente que para el libro tuve que insistir el doble en ello”. Una vez que cerró el acuerdo con Ediciones B, una de las dos editoriales que consultó, ocupó cuatro meses para la versión definitiva.
Siendo militante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, “Fabiola” es la única mujer que participa en el atentado a Pinochet. La también militante Raquel Echiburú entregó detalles de su relación amorosa con Roberto Nordenflytch, “Comandante Aurelio”, y describió su clandestina relación y las distintas amenazas que sufrió mientras estaba embarazada.
La historia de amistad entre Marta Friz y Gladys Marín es el siguiente testimonio, donde conviven sus funciones dentro del Partido Comunista como también el cuidado de los hijos y la búsqueda del paradero del marido de la fallecida parlamentaria. Para terminar está Hernán Aguiló, parte de los líderes del Movimiento de Izquierda Revolucionario, quien vive más de 20 años en la clandestinidad dirigiendo el proyecto guerrillero de Neltume, viviendo el secuestro de su hija Macarena con meses de edad y la vida familiar obligado a ser otro.
“Me llamaban la atención todos los costos humanos involucrados en cada una de las historias. A nivel personal, con la familia, y con sus vidas. Todo lo que la decisión política que adquirieron en algún minuto y la obligación de vivir clandestinos muchos años generó en sus vidas. Porque, al final e inevitablemente, se fueron moldeando”.
Es cierto. La clandestinidad lleva a que no seamos nosotros, a tener dos o más vidas con las que el día a día es literal. En un acto de sinceridad, Sofía Tupper admite que su publicación aporta en este vacío que es entender esta manera de vivir. Un vacío colectivo, pero también personal.
“Me pasó que habiendo escuchado relatos en la mesa de mi casa e investigando sobre la clandestinidad, no la dimensionaba como ahora que tengo estas historias. No pensé que estabas obligado a dejar de ver a tus familiares, amigos y conocidos. Tampoco que Marta tuviera que comunicarse por papeles metidos en el fondo de la crema que le llegaba a Gladys Marín”.
Toma unos segundos para una última palabra que, tras la entrevista, toma más sentido y por la que su proyecto de tesis hoy es libro. “Escondidos”.
EL PARADERO DE JOSÉ HUENANTE
Su voz cambia y mucho. Pasa de rápida a lenta, de un tono ligero a uno duro. De alguien que no busca nada a quien añora saberlo todo. Los segundos son cruciales para la tensión porque sus preguntas, tras 11 años, aún no se responden. Sí, preguntas que motivaronn su tesis y que en 2013 se transformó en libro.
“¿Qué clase de vida tuvo que tener José Huenante para convertirse en el primer detenido desaparecido en democracia?”, dice Nicolás Binder por Skype. “¿Por qué un joven de mi edad se convierte en esto?”, insiste desde Puerto Montt, su ciudad natal y escenario de la desaparición. “Qué significa?”, lanza ya con un tono de desilusión. No es para menos.
Huenante. Historia del primer detenido desaparecido en democracia” (Ceibo, 2013), es una acabada investigación periodística que da cuenta de los detalles de la desaparición de este menor de edad. El rol de la Fiscalía Militar, el encubrimiento de los efectivos policiales implicados y el sinnúmero de contradicciones conviven en sus páginas. Con esta publicación, la editorial Ceibo dio inicio a la Colección José Carrasco Tapia, que reúne investigaciones periodísticas nacidas de trabajos estudiantiles.
Binder recuerda que cuando Huenante desaparecido, su ciudad se volcó hacia el caso. Los medios de la región hicieron una aceptable cobertura durante ocho meses, hasta que “desaparece” de la agenda. “Hubo cambios, como que al fiscal no le llamó más la atención el caso. Como no hallaba resultados, no sé, tal vez decidió enfocarse en otra cosa”, dice el periodista. Sin embargo, en 2009 el caso reapareció cuando fueron formalizados los tres carabineros implicados en el caso. En esos momentos Binder cursaba tercer año de periodismo.
“Como soy de Puerto Montt y leo todo lo que concierne a mi ciudad, comencé a seguir el caso. El tema salió todo el año, todos comentaban y aún comentan el caso Huenante”.
El detonante, la razón por la que esta historia merece ser conocida por los chilenos, es el Informe de Derechos Humanos que la Universidad Diego Portales publicó en 2009. Ahí se cataloga a José Huenante como el primer detenido desaparecido en democracia.
“Si googleas su nombre aparecen sólo dos fotos. Una en que está sentado con una polera negra y un cd en la mano, y otra de su carnet. Nada más. Recuerdo que vi su fecha de nacimiento y me choqueó que haya nacido una semana después que yo”,
El 2012 presentó su tema de tesis y fue aceptado de inmediato. Se tomó todo ese año para prepararla, haciendo constantes viajes a Puerto Montt y zonas aledañas que configuran la historia. Binder le dio relevancia a que era una noticia de su tierra y a que no existía una mejor opción para contar la historia que él.
“Era difícil que alguien de otra parte hiciera esta historia porque, a pesar de su importancia, era un asunto local. En cierto modo, eso me ayudó a hacer un tema que nadie tomaría. Era sobre mi ciudad, siendo mi gran motivación”. Binder asume que por eso narró todo en primera persona. “La libertad que te permite es que puedes agregar de tu cosecha, principalmente opiniones”.
A medida que investigaba, reporteaba, hablaba con quienes lo conocieron y por consiguiente conocía la vida de José, empezó a frustrarse. Sintió rabia, la que aumentó cuando accedió a la carpeta de investigación. “Vi lo que pasó en forma cronológica. Los primeros documentos, las primeras declaraciones, después la investigación de carabineros y el informe de la PDI”, explica para continuar.
“Te das cuenta que la PDI sugería a la Fiscalía asuntos que nunca hicieron. Y que el Ministro del Interior declaraba que no era un detenido desaparecido”. Fue así que intentó incorporar esa frustración en la investigación. “Mi objetivo fue que cualquier persona que llegara hasta la última línea sintiera indignación”, relata.
Hoy Nicolás trabaja en El Llanquihue, medio que en su minuto realizó una cobertura sobre la desaparición de José Huenante, consultado en gran parte del libro. Desde Puerto Montt recuerda la oportunidad que la universidad le dio para esta investigación. Porque la situación en otros lugares que no son Santiago es difícil.
”El periodismo de investigación no existe en regiones por un tema de recursos. Medios como Ciper y The Clinic reportean temas país, mientras que afuera puede haber talento pero no tiempo ni maneras. Agradezco trabajar en el diario local porque conozco cómo funciona el asunto y por eso en su momento no le pude haber pedido más a la prensa local. Como tampoco le pedí a El Mercurio una investigación de cuatro páginas en el Cuerpo de Reportajes”.
Nicolás Binder comenta que sin la opción universitaria jamás habría realizado esta investigación. “También pasa que cuando te insertas en la máquina del sistema, dedicarte por completo a esta investigación es complejo. La universidad me dio la oportunidad de hacer esta investigación. Cada estudiante ve la seriedad o importancia que le da al trabajo. Yo aproveché la oportunidad, dedicándome un año, y pude ordenar la desaparición de José”.
LA EUFORIA DE TENTAR AL DESTINO
Nicolás Rojas eligió no dedicarse a la cumbia. Y no porque sea cantante o toque guitarra. Es un ritmo musical que le llama la atención por lo instaurado que está en nuestra sociedad. Pero cambió de opción. Para su proyecto de tesis, tras conversaciones con su profesora guía, prefirió los raspes, las ruletas y el chispeo de dedos. Y no por sacar réditos económicos o por sana diversión. Era para una investigación periodística.
“Grito y Plata. Historia de casinos, hípica y juegos de azar en Chile” (Letra Capital, 2016) es un libro que recorre estas maneras de esparcimiento y cómo somos los chilenos a la hora de la apuesta. Complementadas con las ilustraciones de Marcelo Escobar, esta publicación contiene testimonios y una recuperación bibliográfica que convence hasta al que nunca ha participado en un sorteo. Un trabajo que comenzó el 2011, cuando Rojas decidió adentrarse, conocer gente y participar de estos “espacios de libertad”, como los define.
“Son una estructura importante para la sociedad chilena. Si te fijas hay una serie de regulaciones y prohibiciones, como que no dejes de trabajar, no te cures ni apuestes. Entonces, estos espacios fueron de diversión desde los orígenes. Pedro de Valdivia jugaba cartas con un cacique en tiempos de la Conquista”, explica.
Según Rojas, de acuerdo a nuestra sociedad conservadora, estas formas de divertirse también son una expresión de clasismo. “Téngase presente que los juegos lo hacemos para divertirnos porque en las otras cosas ganaremos siempre”, es una de las citas de su libro. El autor se acomoda en su silla y explica. “Esa frase se ríe un poco del clasismo pero es cierta. Hay un grupo que lleva ganando durante toda la historia de Chile, por lo que existe la ilusión de ganarse el Loto y decir ‘chao jefe’ o cumplir ‘el sueño de todos los chilenos’”.
Toma una pausa. “¿Cómo será posible que decir ‘chao jefe’ sea el deseo de todos los chilenos? O sea, de lunes a viernes hacen algo que detestan, pero si te ganas el Kino puedes decirlo y ser libre”.
Siguiendo el orden del libro, define al casino como “un lugar sin tiempo”. Que no tenga ventanas, que siempre haya luces encendidas y que no cese la música ambiente, lo vuelve único. De un público mayoritariamente femenino y de edad avanzada, destaca la importancia de ir bien arreglado. “Para muchos es un tema social asistir al casino, como si fuese un evento ir a ese lugar de luces”, dice. “Es muy fabricado y atractivo porque siempre está lleno. Hay autos afuera incluso si pasas un día de semana a las tres de la mañana. Es una rueda sin fin”.
Su primera noción del Club Hípico es cuando asistió con su madre, quien apostó mil pesos y ganó 12 mil. Según su análisis, este es un mundo básicamente de hombres, muchos ya jubilados, casi siempre solos. “También me pareció un submundo. En la escuela hice una crónica que aparece en el libro, “Por una cabeza”, donde cuento lo segmentado que es. Hay un edificio para los socios y en otro lado, lejos, la gente popular”.
Por último, define a los juegos de azar como los más transversales en la población. “Todos hemos comprado un raspe. Llegan porque son baratos, fáciles y mediáticos. De algunos se dan los resultados en televisión, se han hecho series e incluso nacido personajes como El Mago de la Polla Gol”.
Para Rojas, los medios son cómplices de esta ebullición social que genera ganar un premio. “Lo más claro es cuando hay despachos en vivo del gran premio del Loto o el Kino. En el libro relato una crónica donde al frente de una casa de apuestas en Ahumada hay una huelga del Banco de Chile. Nunca los medios llegaron ahí, no es ni va a ser noticia nunca. Pero sí lo son los millones”.
El 2011 investigó y recorrió Chile en busca de historias e información clara sobre estas maneras de esparcimiento. El material de su tesis era el doble de extensión de lo que finalmente quedó impreso en “Grito y plata”. “Con todo lo difícil que es publicar, desde que partí trabajando siempre concebí esto como un libro. Recién entregada mi tesis le escribí a montones de editoriales, habiendo las que me respondieron y las que no”.
El 2014 postuló a un fondo del Gobierno para ampliar la investigación. Lo ganó en conjunto con Letra Capital y comenzó el trabajo. Complementar el texto con ilustraciones es clave para mantener enganchado a un lector que, para él, no necesariamente debe ser asiduo. “Mi objetivo es que alguien que no necesariamente sea lector lo disfrute. Hay testimonios y la evolución histórica de los juegos y siento que todo convive bien”.
Un asunto importante es el nombre. ¿Por qué “Grito y Plata”? “Cuando uno lo escucha piensa al tiro en una cosa eufórica. Es algo que está en el inconsciente colectivo. Si vas a la hípica todos gritan cuando pasan los caballos, cualquiera que se gane el Loto lo hará. Incluso, si pierdes toda tu plata en la ruleta hay una euforia contenida o explícita”.
Sin embargo, para Rojas hay un elementos que cruza todo esto: el dinero. “El dinero siempre ha sido importante y muchas veces define las relaciones sociales junto al poder”. Según el autor, los chilenos anhelamos un golpe de suerte, como la canción de Luis Jara y que, en reiteradas ocasiones, aparece en el libro.
“No sé si eso es bueno o malo, porque si tuviera un golpe de suerte sería muy feliz. Pero sí es tentar al destino. Finalmente, necesitas dinero para todo, y si no tuvieses esa necesidad podrías volcar tu vida a otras cosas”.
Ya culminando la conversación sobre el azar, la pregunta cae de cajón.
—¿Te dieron ganas de jugar tras el libro?
Sí, el otro día jugué unos raspes. Aposté 600 y gané 300.
Como si no hubiese quedado claro, con una sinceridad que causa gracia, da a conocer lo que realmente pasó. “Perdí 300”.
Fuente: puroperiodismo.cl
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