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Viktor Emil Frankl nació en Viena, Austria. De origen judío. Viktor desde joven, envuelto ya en organizaciones juveniles socialistas, siempre le interesó en la psicología.

Estudió medicina en la Universidad de Viena y se especializó en neurología y psiquiatría. De 1937 a 1940 practicó la psiquiatría de forma privada. Desde 1940 hasta 1942 dirigió el departamento de neurología del Hospital Rothschild (único hospital de Viena donde eran admitidos judíos en aquellos momentos).

En diciembre de 1941 contrajo matrimonio con Tilly Grosser. En otoño de 1942, junto a su esposa y a sus padres, fueron deportados al  campo de concentración de Theresienstadt, en 1944 fue trasladado a Auschwitz y posteriormente a Kaufering y Türkheim, dos campos de concentración dependientes del de Dachau. Fue liberado el 27 de abril de 1945 por el ejército norteamericano.

Dirigió la policlínica neurológica de Viena hasta 1971. En 1949 recibió el doctorado en Filosofía. En 1955 fue nombrado profesor de la Universidad de Viena. A partir de 1961, Frankl mantuvo cinco puestos como profesor en los Estados Unidos en la Universidad de Harvard y de Stanford, así como en otras como la de Dallas, Pittsburg y San Diego.

Ganó el premio Oskar Pfister de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, así como otras distinciones de diferentes países europeos.

OBRA

Publicó más de 30 libros, traducidos a numerosos idiomas, impartió cursos y conferencias por todo el mundo, y recibió 29 doctorados Honoris Causa por distintas universidades, entre ellos, uno de la Universidad Francisco Marroquín, institución que también le honró con la clínica de psicología que lleva su nombre.1

Falleció el 2 de septiembre de 1997, en Viena.

Tras su liberación, regresó a Viena. En 1945 escribió su famoso libro El hombre en busca de sentido, donde describe la vida del prisionero de un campo de concentración desde la perspectiva de un psiquiatra. Se han publicado ciento cuarenta y nueve ediciones, traducidas a más de 20 idiomas. Esta obra se ha considerado una historia ejemplarizante y paradójica, y también como unos de los diez libros más influyentes de toda América.

ARGUMENTO

Desde el otoño de 1942 a 27 de abril de 1945 permaneció en diferentes campos de concentración nazis. Su obra relata su experiencia y la de muchos compañeros en estos campos.

INFORME

La obra se divide en dos partes, en la primera el autor se basa en 3 fases.

Primera fase: Internamiento en el centro, nos relata la esperanza intacta de los viajeros antes de llegar a su destino inesperado. Nos explica cómo influye la vida diaria en el campo.

La segunda fase: La vida en el campo,  nos relata como el hastío, la pérdida de la personalidad empieza a producir una muerte emocional. Solamente el recuerdo de la familia mantiene la vida. El rechazo que suponía trabajar con frío con sueño y lo difícil que era cada vez más el aguante en aquellas condiciones. A pesar de esta situación de carencia nutritiva Frankl nos relata cómo la situación de los dientes de los reclusos mejoró y como la ropa parecía que aguantaba más. Unos a otros se animaban e intentaban que su aspecto personal fuera el mejor posible, estar afeitados, peinados y con las mejores ropas les hacía mantener su dignidad fuerte y tal vez conseguían un mejor trabajo, y se alejaban de las cámaras de gas porque todavía eran buenos trabajadores para los capos.

La religión y la política eran otro de los temas que se mantenían en valor, considerándolos un “lujo superfino”.

Hasta el sexo era dominado y nunca, según Frankl se dieron casos de abusos, al menos, entre los presos. Soñar era algo que les hacía mucho bien y les permitía mantener su vínculo con su familia. Los recuerdos les daban fuerzas para seguir de pie y no perder la esperanza. Aunque Frankl llegó a reconocer que había perdido la esperanza de volver a ver a su esposa, su recuerdo le mantenía vivo. De hecho los que mantenían su dignidad se sentían personas dignas y decidían quienes querían ser.

Algo curioso que el Dr. Frankl constató era que la noción del tiempo se distorsionaba, y parecía que los días eran muchos más largos que las semanas.

El autor nos relata en muchas ocasiones como llega a la certeza de que los presos que perdían la esperanza y la ilusión en la libertad morían antes.

Y la Tercera fase: Después de la liberación, relata cómo cambió la psicología del prisionero durante los días anteriores a la liberación y los sentimientos de florecieron al ver la bandera blanca, y como mantenían su incredulidad ante esta nueva situación que sin aceptar su nueva realidad. Una vez libres se observó “que las personas de naturaleza más primitiva no podían escapar a las influencias de la brutalidad que les había rodeado mientras vivieron en el campo. Ahora, al verse libres, pensaban que podían hacer uso de su libertad licenciosamente y sin sujetarse a ninguna norma”. Pero lo más lacerante era preguntarse porque se había padecido tanto, porque muchos judíos tuvieron que padecer tanto hasta renegar hasta de Dios y sobre todo que había pasado mientras tanto fuera de aquellos campos. No se podía entender como la gente decía “no sabíamos nada” y “nosotros también sufrimos”. Pero no acabó aquí el dolor, después de liberados y de regreso a casa ¿qué nos encontraríamos? Dónde están nuestras familias, quedaron en las fosas que existieron en los campos de concentración o repartidos como cenizas que inundaban los campos contiguos.

Y en la segunda parte, el autor presenta conceptos básicos de logoterapia. El autor compara la logoterapia con el psicoanálisis, y afirma que esta es un método menos retrospectivo y menos introspectivo.

La logoterapia se centra en el significado de la existencia humana, así como en la búsqueda de dicho sentido por parte del hombre por eso habla de la voluntad de sentido. Y ésta es legítima en la investigación psicodinámica en el campo de los principios; la cuestión es saber si siempre es apropiada.

Si el autor nos dice que el hombre se ve arrastrado por los principios morales, lo que implícitamente se infiere es el hecho de que la voluntad interviene siempre: la libertad del hombre para elegir entre aceptar o rechazar una oferta; es decir, para cumplir un sentido potencial o bien para perderlo. En cualquier caso “una buena conciencia es la mejor almohada”.

Otro concepto que nos presenta es la “frustración existencial”. Este término se puede utilizar de tres maneras: (1) existencia; el modo de ser específicamente humano; (2) el sentido de la existencia; y (3) el afán de encontrar un sentido concreto a la existencia personal, o sea la voluntad de sentido.

La Neurosis Noógena, nos nace de los conflictos entre impulsos e instintos, sino más bien, de los conflictos entre principios morales distintos.

El autor considera que la logoterapia es la esencia íntima de la existencia humana que está en su capacidad de ser responsable. Esta responsabilidad es un imperativo categórico: “Vive como si ya estuvieras viviendo por segunda vez y como si la primera vez ya hubieras obrado tan desacertadamente como ahora estás a punto de obrar.” Este precepto enfrenta al hombre con la “Finitud” de la vida, así como con la “Finalidad” de lo que cree de sí mismo y su vida.

La logoterapia no es ni labor docente ni predicación. Está tan lejos del razonamiento lógico como de la exhortación moral. Dicho figurativamente, el papel que el logoterapeuta representa es más el de un especialista en oftalmología que el de un pintor. Este intenta poner ante nosotros una representación del mundo tal como él lo ve; el oftalmólogo intenta conseguir que veamos el mundo como realmente es. El verdadero sentido de la vida debe encontrarse en el mundo y no dentro del ser humano o de su propia psique.

Podemos descubrir el sentido de la vida de tres modos distintos: (1) realizando una acción; (2) teniendo algún principio; y (3) por el sufrimiento. En el primer caso el medio para el logro o cumplimiento es obvio. El segundo y tercer medio precisan ser explicados. El segundo medio para encontrar un sentido en la vida es sentir por algo como, por ejemplo, la obra de la naturaleza o la cultura; y también sentir por alguien, por ejemplo el amor. El sentido de la vida se puede alcanzar por el sufrimiento. El sufrimiento deja de ser en cierto modo sufrimiento en el momento en que encuentra un sentido, como puede serlo el sacrificio. El interés principal del hombre no es encontrar el placer, o evitar el dolor, sino encontrarle un sentido a la vida, razón por la cual el hombre está dispuesto incluso a sufrir a condición de que ese sufrimiento tenga un sentido.

VALORACIÓN PERSONAL

No todos los relatos nos llegan de la misma forma. Algunos necesitamos leerlos dos veces para comprenderlos, otros los dejamos a medias, algunos ni nos interesan desde el principio y otros como éste nos dejan pensando y reflexionando sobre lo injusto que es la vida para todos. Claro está que cuando estas injusticias pueden hacerte perder la vida son más duras, pero más aún cuando la situación puede hacerte perder la personalidad, o el sentido en esta vida. Una de las situaciones que me superan son las sensaciones de impotencia ante las injusticias, será por ello que nunca he podido acabar de ver una película donde se planteen situaciones de este tipo. Si son relatos escritos me resultan más llevaderos, pero en cualquier caso se me anuda en el estómago.

Seguro que fueron cientos o tal vez miles los profesionales condenados al exterminio en  campos nazis, pero de pocas nos han llegado su historia, agradezco al autor el esfuerzo de  revivirlo otra vez para contármelo y compartirlo de esta manera tan magistral. Llegar a perderlo todo es una de las cosas más duras, pero llegar a perder el sentido de la vida es dejar, abandonar la más mínima noción de esperanza y eso es lo último que el hombre no debe perder.

Autor: Antonio Lerma