De la Villa Moral y Suárez (2016) y Echeburúa (2013), coinciden en afirmar que los adolescentes son los que con mayor frecuencia utilizan las TIC debido a su alta familiarización con ellas, por ello se trata de un grupo de riesgo ante el posible mal uso de internet ya que continuamente buscan nuevas experiencias a través de él.
Sobre las prácticas de riesgo en la red, el estudio de Gómez et al. (2017) revela que contactar con desconocidos es el comportamiento más frecuente entre los adolescentes, y aumenta en aquellos usuarios que tienen menos control sobre el uso de Internet. Internet permite crear nuevas relaciones virtuales tanto con amigos conocidos como con desconocidos, permitiendo el ocultamiento de la identidad personal gracias al anonimato (Fernández-Montalvo, Peñalva e Irazabal, 2015).
Entre los riesgos más destacados en las redes sociales se encuentran el ciberbullying, sexting, grooming o el fomento de ideas o mensajes inadecuados (Echeburúa, 2013; Gómez et al. 2017). En esta línea, Garmendia et al. (2016) encuentra que un 31% de los jóvenes ha recibido mensajes con contenido sexual (sexting). El sexting, como la mayoría de las actividades relacionadas con Internet, aumenta con la edad, con una prevalencia del 19% en menores de 11-12 años, del 34% entre los 13-14 años y del 42% para los 15-16 años. Estos mensajes con contenido sexual, en la mayoría de los casos en todas las edades, se recibían a través de los mensajes instantáneos (entre el 15% y 35% según la edad), y en menor medida por las redes sociales (6%).
En los últimos tiempos, la preocupación de los padres ha aumentado debido a los comportamientos que tienen sus hijos sobre el uso y las actividades relacionadas con Internet (Fernández-Montalvo et al., 2015). El control parental, definido como cuánto saben los padres respecto de sus hijos, dónde están, con quién y qué actividades realizan (Ding, Li, Zhou, Dong y Luo, 2017), aunque en la actualidad no es un práctica muy común, es considerado un factor de protección sobre los riesgos de Internet, sobre todo en relación al tiempo que se pasa conectado a la red, siendo ésta la acción a la que se limita este control (Leung y Lee, 2011). Si los adolescentes perciben un alto control parental, experimentarán el sentimiento llamado “presencia parental”, el cual les proporcionará acompañamiento y, además, si lo sienten mentalmente, podrán internalizar las ideas y normas propuestas por sus padres y progresivamente llegará a convertirse en auto cuidado, permitiendo que puedan auto regularse ante el uso de Internet (Ding et al., 2017). Sin embargo, Muñoz-Miralles et al. (2014) observaron que el control parental ante el uso de Internet y actividades relacionadas como videojuegos o el uso de ordenador era bajo y, conforme los adolescentes tenían más edad, el control parental disminuía.
Esto lleva a la conclusión de que los padres no guían a sus hijos en un uso adecuado y responsable de Internet y tampoco en el desarrollo del aprendizaje, siendo la adolescencia una etapa de la vida importante en la que hay que tener en cuenta las oportunidades educativas que se pueden realizar con los adolescentes (Muñoz-Miralles et al., 2014).
Víctor J. Villanueva Blasco Director del Máster en Prevención de Drogodependencias y otras Conductas Adictivas de la Universidad Internacional de Valencia – VIU
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