Si la red ha cambiado los modos de producir y diseminar conocimiento, necesariamente tendrá que ayudarnos a cambiar los modelos de aprendizaje.
Resumo las preguntas de una extensa entrevista para el portal INED21:
Internet y el cambio en los medios
Internet creó un escenario nuevo para la comunicación pública, nivelando el terreno de juego para todos los actores. Convirtió a los medios en digitales y a las audiencias en medios. La red le dio a la gente corriente un poder similar al que la imprenta de Gutenberg le había dado a la prensa.
La digitalización transformó, también el lenguaje de los medios, ya que con independencia de que previamente fueran prensa, radio o televisión, a todos les dio el poder del texto enlazado, de la imagen fija y en movimiento, del audio y de la interactividad.
Internet redefinió los mapas de relaciones entre los medios, el público y las fuentes, y extendió el poder de comunicar a todo tipo de organizaciones e instituciones, más allá de las mediáticas.
Conectividad y participación política
La red convierte a sus usuarios en miembros de múltiples comunidades, algunas muy estables pero la mayoría muy líquidas y episódicas. Fenómenos como la viralización de información, la moda de los memes, la colaboración en línea (crowdsourcing, crowdfunding) y las movilizaciones facilitadas por la hiperconectividad, revelan cómo los espacios públicos (especialmente la plaza, el mercado y el parlamento) han encontrado extensiones virtuales en las que se desarrollan actividades que tienen impacto político, económico y social en el mundo físico.
A la clase política la ha desconcertado el cambio de escenario, tanto como a la industria de medios, ya que para ambos sectores se multiplicaron los interlocutores al mismo tiempo que perdían la capacidad de controlar a sus respectivos públicos. Las campañas 2.0 que comenzaron con Obama en 2008 ya han acumulado suficiente experiencia como para entender lo volátiles que resultan las adhesiones políticas de los usuarios hiperconectados y la importancia de articular con eficacia las acciones en línea con las acciones en el mundo físico. El gran reto pendiente sigue siendo el de trasladar la inteligencia política y la ingeniería social que se aplica en las campañas a la esfera de la acción gubernamental.
Los horizontes del ‘big data’
La hiperconectividad permite entender y visualizar de un modo completamente nuevo las relaciones sociales y los modos de circulación de la información. Además, el acumulado de datos que generan los usuarios con sus interacciones, abre un campo, el del big data, cuyo alcance apenas podemos intuir en la actualidad.
La capacidad predictiva que brinda el análisis computacional de grandes masas de datos (incluso en tiempo real) no sólo constituye un tesoro para el marketing, sino que tiene consecuencias que incluyen la detección precoz de enfermedades, el mapeo de epidemias, la logística del transporte en las ciudades, la prevención de delitos, el comportamiento de los mercados y, naturalmente, el estudio de la opinión pública más allá de las encuestas al uso.
La revolución de las redes sociales
La definición más ampliamente aceptada de redes sociales sigue siendo la formulada por D. Boyd y N. Ellison en su artículo seminal «Social Network Sites: Definition, History, and Scholarship» (2007):
Servicios basados en la web que permiten a los individuos 1) construir un perfil público o semipúblico dentro de un sistema delimitado, 2) articular una lista de otros usuarios con quienes comparten conexión, y 3) ver y explorar sus listas de conexiones y aquellas elaboradas por otros dentro del sistema.
Desde esta perspectiva, basada en identidades públicas y conexiones explícitas, es posible entender la raíz de un fenómeno que se sigue diversificando (redes generalistas o temáticas, horizontales o verticales, profesionales o informales, monomedia o multimedia, etc.).
Me interesan, especialmente, aquellas redes que tienen mayor incidencia en las profesiones de la comunicación pública, en particular el periodismo y la comunicación política y organizacional. Tras mi estudio sobre los blogs (2006) y Twitter (2011), adopté un enfoque más transversal en Los medios después de internet (2015), ya que de manera creciente me voy orientando más hacia la estrategia que hacia las plataformas.
En cualquier caso, en una lista de redes sociales con mayor influencia en el panorama contemporáneo, no podrían faltar Facebook, Twitter, LinkedIn, Instagram, YouTube, Pinterest, y los servicios de mensajería WhatsApp y Snapchat.
La interactividad como conversación
Desde la publicación del Manifiesto Cluetrain en 1999, venimos utilizando la metáfora de «la conversación» para representar el nuevo modo de relación entre las organizaciones y sus públicos que inaugura la red. La conversación, como metáfora de la interactividad, es muy eficaz porque remite a una experiencia cotidiana, pero como todas las metáforas, tiene sus límites.
Según el DRAE, conversación es: «hablar familiarmente una o varias personas con otra u otras», y precisamente esa dimensión de familiaridad entre los interlocutores es algo que se pierde cuando la presencia en línea cambia la escala de nuestros vínculos, alejándolos de lo familiar.
En la actualización del Manifiesto Cluetrain publicada en 2015 bajo el título de Nuevas Claves, los autores abordan esta cuestión al reconocer que «la conversación requiere un terreno común: lenguaje compartido, intereses, normas, entendimientos. Sin los cuales, es difícil o incluso imposible mantener una conversación».
Enseñanzas de Marshall McLuhan
McLuhan nos enseñó que el impacto más profundo que produce la adopción generalizada de una tecnología es el cambio cultural. Lo que hoy llamamos «transformación digital» es el mensaje de los nuevos medios. Cuando la sociedad adopta una tecnología la transforma utilizándola de modos no previstos por sus diseñadores, y a su vez es transformada por ella ya que los instrumentos no son neutrales.
El pensamiento de McLuhan sigue siendo extraordinariamente vigente para entender el impacto de la red y las transformaciones de la cultura digital, ya que su lenguaje aforístico, simbólico, preñado de intuiciones y articulado en clave no académica, permite adaptaciones contemporáneas que no violentan su visión.
Entre la ciberutopía y el tecnorrealismo
Los discursos públicos en torno a las innovaciones tecnológicas suelen pivotar entre los extremos de la entusiasta adopción acrítica de los ciberutópicos y el pesimista rechazo preventivo de los tecnofóbicos. Frente a los extremistas, los tecnorrealistas se alejan de las concepciones mágicas de la tecnología, entienden que las herramientas no son neutrales y promueven un uso que evite la alienación.
Como profesor universitario soy optimista, algo básico para dedicarse a la docencia, y como experto en innovaciones tecnológicas en comunicación, soy un entusiasta de las novedades. Creo que la tecnología es nuestra palanca para mover el mundo, y que frente a los borrachos y a los abstemios, debemos ser buenos catadores.
Internet y la educación
Uno de los mayores obstáculos para la transformación digital de la educación, al igual que ocurre con todas las organizaciones, es el cambio cultural de sus responsables. Aunque es relativamente sencillo introducir tecnología en un aula o en una organización, es un proceso complejo, costoso y lento cambiar la cultura de los miembros de una organización.
Históricamente, la tecnología ha operado en el sector educativo bajo el síndrome de «una solución en busca de un problema». Desde la «televisión educativa» de los setenta hasta las «tablets en el aula» de nuestros días, ha predominado una concepción mágica de la tecnología que atribuye a las máquinas los poderes de un talismán.
La red internet también ha desintermediado a la educación, ha abierto las aulas, ha multiplicado los prescriptores y ha facilitado el acceso a todo tipo de repositorios, bases de datos y archivos. Internet es el paraíso de los autodidactas. Hoy, no se puede seguir enseñando como si la red no hubiera cambiado al mundo.
La red funciona bien para los proyectos que adoptan su forma. La escuela en red, la universidad en red no pueden seguir siendo las organizaciones de siempre solo que conectadas. Hay que repensar la educación como aprendizaje y transformar los espacios y tiempos del modelo formal para adecuarlos a los espacios y tiempos del modelo en red.
No basta sustituir un tótem (el libro) por otro (la tablet), sino que hay que cambiar los modos de leer, pensar y escribir en una cultura digital. Si la red ha cambiado los modos de producir y diseminar conocimiento, necesariamente tendrá que ayudarnos a cambiar los modelos de aprendizaje.
Según la UNESCO hay cuatro claves en la educación, y son: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser. En cada uno de estos cuatro aprendizajes fundamentales hay un papel relevante que cumple la tecnología y que cualquier proyecto educativo debería llevar en su ADN (no en su vestido).
Autor: Jose Luis Orihuela Fuente: medium.com
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