Reconocemos como nativos digitales a los jóvenes que nacieron prácticamente con Internet entre los dedos. Para esta generación las nuevas tecnologías son algo cotidiano. Sin embargo, la capacidad de asombro se ha desvanecido frente a algunos desarrollos tecnológicos del siglo XX. En concreto, me referiré a la fotografía analógica, aquella que necesitaba productos químicos para revelar las imágenes en un laboratorio oscuro y su transición al mundo digital.
La convergencia digital ha acelerado la masificación de la fotografía, gracias a la facilidad de acceso y uso de las cámaras fotográficas actuales, especialmente las que vienen adosadas a los dispositivos de comunicación móvil (celulares). Es de lo más natural utilizar el móvil como cámara fotografía. Pero lo que no ha cambiado es la necesidad de mostrar cómo vemos las cosas (punto de vista) y congelar momentos de nuestra historia.
La fotografía puede ser aprovechada para una actividad de grupo en las aulas y una herramienta extraordinaria para el docente, pero sobre todo trasversal entre las diferentes disciplinas. Como cualquier lenguaje, tiene aspectos que definen sus “reglas” de lectura, tales como el encuadre, la composición, las luces y sombras y el color o blanco y negro. Cuando conocemos todas estas reglas podemos escribir y leer en imágenes, nuestra educación visual crece y nos habilita para el mundo actual, completamente digitalizado.
Pero tiene muchas otras aplicaciones en las aulas, por ejemplo, en la geografía nos ayuda a conocer lugares que nunca hemos visitado y da a conocer los habituales para nosotros. Presentar paisajes, gentes, animales y arquitecturas es compartir y conocer culturas.
El concepto de veracidad, ética y estética nos ayuda a conocer al otro. Son aspectos filosóficos y antropológicos que están presentes en la formación del entorno que nos rodea.
Las simetrías, las curvas, la composición, los ángulos, las escalas y los volúmenes forman parte de la comprensión matemática de las cosas.
Las ciencias adoptaron muy pronto la fotografía como una herramienta útil, no solo la química, presente en el laboratorio, la biología, las ciencias naturales, la geología, la física, todas ellas han utilizado la fotografía como una herramienta facilitadora.
Y por último, para mí la más importante, es su aplicación social. La fotografía social crea entidad y es capaz de poner en valor la situación de las personas, reivindicar sus reclamos y poner en evidencia sus necesidades. La fotografía es la captura de un instante que mueve el corazón de tal manera que puede remover conciencias y hacer cambiar las sensibilidades y dejar en evidencia el abuso de poder.
La fotografía digital ha simplificado sus procesos y globalizado su acceso y algunos expertos dirían que ya estamos en la fase de la fotografía 2.0.
Como docente y fotógrafo social propongo a mis colegas a que introduzcan la fotografía en sus procesos de enseñanza y aprovechen sus posibilidades creativas para estimular a los chicos a desarrollar su visión social en sus ciudades. Enseñémosles que las imágenes también se pueden leer.
Autor: Antonio Lerma Fuente: educacion.editorialaces.com
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