Este post puede ser leído como el complemento especular de otro publicado hace dos meses: Radical Theory. Crisis, comunicación y laboratorios sociales. Al igual que otros dos textos que difundí en el mes de abril, estas nuevas reflexiones sobre el pensamiento crítico se alimentan de unos debates que nacieron en las redes sociales. A lo largo del post intercalaré algunos de estos comentarios que hacen honor a la inteligencia colectiva que Pierre Lévy anunció hace dos décadas. Todo comenzó con la publicación de una serie de libros por parte del diario argentino La Nación:
La Biblioteca Esencial del Pensamiento Contemporáneo de La Nación incluye obras de Marx, Foucault, Barthes, Bourdieu, Todorov, Freire, Gramsci, Lacan, Piaget y otros pensadores que proponen una mirada crítica de la sociedad. En cierta manera el título de la colección no es representativo -por ejemplo la Biblioteca Esencial no incluye autores liberales o neoconservadores-. Según mi amigo Rubén Zárate la serie debería haberse denominado “historia del pensamiento critico de la sociedad industrial” o algo por el estilo.
¿Qué tiene de malo que se publiquen estos libros a buen precio? Nada en particular, al contrario … solo que el diario La Nación es uno de los más tradicionales y conservadores de la prensa argentina. Veamos la cuestión desde otra perspectiva: esta colección no desentonaría en un diario como, por ejemplo, Página 12. Muchos lectores de Página 12 seguramente han leído con placer y devoción a varios de los autores de la Biblioteca Esencial. Las preguntas que me motivan son otras: ¿No habrán perdido estos autores toda su capacidad de disrupción en los debates intelectuales? ¿No será que, a fuerza de leerlos, estudiarlos, citarlos y repetirlos, se han vuelto una droga para los “intelectuales críticos”? En otras palabras: ¿No estaremos de frente a una colección de libros inofensivos, pasteurizados y neutralizados? Una imagen me persigue desde hace meses: la de un perro guardián masticando un hueso viejo mientras los ladrones vacían la casa.
Las palabras y las cosas (I)
Adriana Libonati Por lo menos hay que tomar en cuenta esta situación. Tal vez haya que leerlos con bibliografías complementarias de los 70`y los 90`. Los “textos impronta” hay que leerlos dentro de una periodización.
Carlos Alberto Scolari ¿Por qué “bibliografía complementarias”? Estamos en la misma.. se construyen “bibliografías obligatorias” que terminan generando frases como “los estudiantes no pueden salir de la Facultad si no leyeron a Foucault, Barthes, Bourdieu, etc., etc.”. ¿Lecturas hipercríticas en el fondo inocuas?
Jorge Alberto Hidalgo Toledo Por supuesto Carlos, habrá que reactualizan el debate sobre el pensamiento crítico, repensarlos y reubicarlos en el contexto actual. Valdría pensar en algún texto al respecto gracias Carlos, como siempre.
Marcelo de la Torre Vade retro burócratas académicos… viudos de autor!!!
Alexandre Honório da Silva De acordo, Carlos. Acho que passou da hora inclusive: falta oxigênio ao pensamento crítico…
Walter Scolz Quizás pasa que el pensamiento critico ya no está en los libros, en autores o conocimientos consagrados, sino en la persona, el sujeto que pueda integrar y desarrollar en contacto permanente con la realidad su propia perspectiva y no meramente en consumir conocimiento.
¿Bibliografía del oprimido?
Durante mi estadía en la New York University en el 2013 conocí a varios doctorandos de ciencia política, historia y antropología (no solo de la NYU) que se pasaban el día analizando a los clásicos del pensamiento crítico. Sus primeras experiencias como docentes estaban dedicadas precisamente a enseñar estos autores: “este semestre me toca Marx”, “ah, yo terminé Foucault”, “estoy preparando el seminario sobre Gramsci”… De estas cosas hablábamos entre cervezas, en el verano del 2013, a pocos metros del polo financiero más importante del mundo. Estos doctorandos estadounidenses leían los mismos autores que yo leía en los años 1980 en Argentina. Los mismos que se leen actualmente en buena parte de las universidades latinoamericanas. Los mismos que se leían en los dorados años 1960.
Las palabras y las cosas (II)
Apolo Diego La verdad, yo que estoy terminando el doctorado en comunicación en la UNLP es la grilla de autores de base que no pueden faltar, los demás según muchos académicos son periféricos.
Jose Luis Fernández Desde mi punto de vista la oposición es entre temarios de autores/obras o temarios de objetos/problemas, si se avanza en los objetos y estos, además, cambian el riesgo del conservadurismo académico es menor…
Mega J. Israel Martínez Me parece que la cuestión de fondo se encuentra en la concepción que se ha construido desde la filosofía de la ciencia. La formación escolar presenta un esquema ambivalente en el que se le enseña al alumno que la ciencia se construye a partir de cuestionar, investigar y demostrar pero, al mismo tiempo, se le educa para no innovar sino para super-especializarse en temas extremadamente particulares que sólo debe dominar pero nunca discutir y se le hace creer que ante la complejidad de la realidad social ya es imposible construir teorías generales. Me parece que, en parte se sigue recurriendo a las teorías de los 60, 70 y 80 del siglo pasado porque no ha habido un aporte innovador en el campo de la teoría social general en más de 30 años. Las escuelas se han olvidado de la formación para la ciencia debido a que se concentran en la formación para responder a las demandas empresariales o gubernamentales, entendidas estas últimas como las políticas que generan los institutos de investigación, que no necesariamente responden a criterios científicos sino a cuestiones coyunturales de los esquemas de poder.
Jessica Retis Interesante. Máxime porque es imprescindible replantearse el modo en el que repensamos nuestras cambiantes realidades. En temas en los que yo trabajo, por ejemplo, se han planteado y replanteado las perspectivas críticas para analizar migraciones y medios. Y seguimos.
Lucho Ospina Diste en el punto. El mundo ha dado muchas vueltas en estas últimas décadas y emergen fenómenos que se salen del panorama de pensamiento de esos autores.
Crítica de la razón bibliográfica
La siguiente imagen representa la oferta de autores que componen el tronco común de la Carrera de Ciencias de la Comunicación (Facultad de Ciencias Sociales) de la Universidad de Buenos Aires. Este trabajo de investigación realizado por Julio Alonso dentro de la asignatura de Alejandro Piscitelli se integra a la perfección en este debate sobre la bibliografía en las carreras de ciencias sociales:
Esta imagen -creada con Wordle– se construyó a partir de una base de datos alimentada con los programas disponibles en la web de la Facultad (en este caso comunicacion.fsoc.uba.ar y sociales.uba.ar) de las distintas cátedras. Los nombres están dispuestos a modo de una nube de tags, donde la relación nombre/tamaño está dada por la cantidad de repeticiones en los programas. Este trabajo forma parte de la tesina de grado de Julio Alonso, donde indaga cómo las herramientas y conceptos vinculados a las Humanidades Digitales afectan, transforman y favorecen el trabajo de investigación en la Ciencias Sociales en general y la Comunicación Social en particular (más info aquí). Esperamos con ansiedad -y no poca inquietud- sus resultados!
Cuatro comentarios sobre este gráfico:
- Es evidente el imperialismo del pensamiento francés. Al menos desde el siglo XIX los intelectuales argentinos y de buena parte de América Latina han estado embriagados por el perfume que emana de los libros publicados en París.
- Una buena parte de la bibliografía proviene de autores que ya eran best-sellers en los años 1960.
- Si bien desde hace un siglo existe una gigantesca producción científica proveniente de los Estados Unidos, esos trabajos son casi invisibles (si el ojo no me falla en el gráfico sólo aparece un autor de ese país: Henry Jenkins). Obviamente podemos estar de acuerdo o no con la investigación Made in USA pero de ahí a negar su existencia hay un paso bastante grande.
- Finalmente, cabe agregar que la bibliografía está casi exclusivamente centrada en el paradigma de comunicación del broadcasting.
Los invito a que realicen estudios de este tipo en otras universidades. En la Universitat Pompeu Fabra estamos desarrollando un trabajo similar que, si todo sale como previsto, verá la luz en el segundo semestre de este año. Les puedo adelantar que, al menos en la UPF, no se respira tanto Chanel n. 5.
Las palabras y las cosas (III)
Psicomotricista Mady Cuándo estuviste en la UNTreF el año pasado y comentaste esto, yo pensé que es querer hacer jaque mate a los autores e ideas que se han endiosado por décadas, donde no conocerlos te deja fuera de ser «un intelectual» y en los ámbitos académicos…todos quieren esa etiqueta. Pero es cierto que los tiempos de Freud no son los mismos que los míos, un ejemplo: mi pacientes antes de consultarme me Googlean, me buscan en las redes sociales... ¿y qué me dice Lacan de eso? Nada: está muerto. Pero creo que casi imposible sacarse a todos esos libros de encima y sobre todo, sacarlos de las Universidades. Nadie quiere decir «El Rey está desnudo».
Leo García-Jiménez Gracias como siempre. Como bien dices, los Gramsci, Bourdieu, etc. continúan en primera línea. Una reciente revisión de un journal internacional precisamente me “tiraba de las orejas” por no incluirlos y me obligaba a hacerlo si quería publicar mi paper. Podríamos hacer una doble lectura: la integrada, que diría que en los tiempos del pensamiento débil es muy bueno que la crítica y el cultural materialismo de Grasmci o Williams, por ejemplo, sigan vigentes. O la más apocalíptica, la que tu planteas…. La labor de revisión es inmensa pero necesaria, a ver quién se lanza.
Pablo Policarpo Eso pensaba cuando estaba por comprar Pedagogía del oprimido…. creo que es por una cuestión meramente nostálgica y que cada libro cuesta 5 dolares en Argentina. No leí los demás coments, después vuelvo… Y una mas, creo que el entrecruzamiento de géneros es tan grande, o como dirías vos, lo híbrido, que (por lo menos para mi) leer Michel Houellebecq en una novela, es mucho mas revelador que un ensayo crítico de algún otro autor.
Marcelo Barrale Lo que pasa es que ya nadie lee nada………porque no estamos en una época para leer…….porque no hay nada que leer……..en la argentina los que leen la nacion son previsibles, los que leen clarían tambien, y el pagina 12 obvio, aunque tambien se pueden encontrar muy eventualmente buenos artículos en diarios de la derecha latinoamericana….
Jorge Ary Olmedo Pregunta: supongamos que se hubiesen incluido a los actualísimos Negri, Zizek y otros (agregar aquí la lista) ¿su estatuto crítico, su poder de fuego, se vería mermado como consecuencia de esa operación pasteurizadora? Me pregunté lo mismo que usted cuando vi esto hace semanas y, más o menos, me decía que bien podía ser la demostración de que raramente hagan ya siquiera cosquillas, pero que al fin y al cabo nunca sabemos lo que puede desencadenar en recepción. Me quedo con lo último para no arruinar el domingo
Bruno De Vecchi Tal vez cuentan con que los lectores de La Nación los lucirán en un librero pero no los leerán (es mucho más fácil leer a Grondona). Tal vez cuentan con que se aburrirán muy pronto si intentan leer a Barthes o a Bourdieu, aunque Foucault o Freire son más claros y son cuestionadores directos de lo que significa La Nación. Y en una de esas logran que los lectores de estos autores compren su periódico (aunque sea por el cupón).
Alicia Panella Los lectores ilustrados de la Nación necesitan citar autores en ciertas situaciones. Para nosotros son clásicos que todavía son necesarios para entender nuevas corrientes teóricas.
Pablo Policarpo Creo que cualquier análisis o diagnóstico de situación debe hacerse obviando prejuicios pseudo progresistas. Lo digo porque soy “lector” de La Nación. Creer en estereotipos de consumidores únicos cortados con tijeras no es justamente lo más novedoso en materia de comportamiento de audiencia. Atrasan 3 o 4 décadas mínimo.
Xesuso Olvera Yo agregaría otra pregunta a las planteadas: ¿No será que hace ya más de diez años (por decir lo menos) debimos haber hecho algo con esta problemática?
“Entonces, ¿qué hay que leer?”
Como se puede ver el debate vino muy movido y se escucharon voces diversas… Después de estas y otras reflexiones si alguien me preguntara “Entonces, ¿qué hay que leer?” le respondería con una avalancha de preguntas imposibles de responder en un blog o en Facebook:
- ¿Cuántos textos deben leerse? Según Mario Bunge (entrevista en El País) “antes los estudiantes dedicaban 25 horas semanales a estudiar, pero ahora ya son 15 y dentro de unos años serán 10 o 5. Las bibliotecas están vacías…” ¿Hay que leer más textos?
- ¿Qué tipo de textos deben trabajarse dentro de aula? ¿Libros completos? ¿Manuales? ¿Investigaciones originales? ¿Ensayos? ¿O conviene leer artículos, capítulos y otros textos más breves? En este caso… ¿No se termina generando una hiperfragmentación textual?
- ¿Cómo hay que leerlos? ¿Extrayendo un par ideas -extraídas una y otra vez en las últimas décadas- y repetirlas ad eternum? ¿O de manera recursiva, aplicando a esos textos su propia medicina crítica?
- ¿En base a qué criterios deben seleccionarse los textos? Se habla mucho del canon literario pero no se alzan voces críticas contra el canon académico.
- ¿Debemos solo trabajar con textos escritos? ¿O conviene ampliar el espectro textual a otros sistemas de significación?
- Y la pregunta del millón ¿Para qué leer estos textos? ¿Para “transformar” la realidad? ¿No será que la “realidad” -o sea el complejo sistema formado por lectores, editores, profesores, estudiantes e instituciones educativas y editoriales- los ha transformado a ellos volviéndolos inofensivos?
Hay una idea te tengo más o menos clara: más que retocar o reconstruir el canon académico -o sea, la lista de autores que deben ser leídos- lo que se debe debatir es cómo se enseña/aprende en el siglo XXI y qué rol tienen los textos -no sólo escritos- en ese proceso. En este contexto rescato la idea de Pablo Policarpo: ¿por qué no leer otro tipo de textos? Hace un tiempo publiqué cuatro posts (ver Bonus Tracks) en este mismo blog donde proponía “textualidades expandidas” para trabajar dentro del aula. En uno de esos posts escribí: “si pensamos el aula como un espacio polifónico y a la educación como un proceso dialógico, debemos aumentar el espectro textual que utilizamos en esos intercambios”. Sin embargo esta es sólo una pequeña porción de una cuestión mucho más grande que, como dije antes, hace referencia a los procesos de enseñanza-aprendizaje. El debate recién comienza.
Postdata: Acabo de darme cuenta de una cosa… Con estos autores sucede lo mismo que está pasando con los antibióticos: de tanto recetarlos han perdido su eficacia (para más información ver este artículo de El País).
Fuente: hipermediaciones.com
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